La Última Dama se ha congelado...si! Y lo siento de verdad. Lo que ocurre es que en tres meses me voy a la India para todo un año. Ha sido una decisión muy difícil, me ha traído muchos problemas, y a sido en esos momentos de angustia cuando La Última Dama nació. Pero ahora se ha terminado es etapa, y Vesna ya no me susurra de noche contándome lo muy confundida que está, ni Peter me explica como se está enamorando, ni Alex me confiesa sus oscuros secretos. Pero algún día volverán todas esas voces, y entonces acabaré mi novela. No obstante, por el momento estoy empezando una nueva historia, titulada improvisadamente "Crónicas del Mar" o ahora se me ocurre "Entre dos mares". Trata de Lucy, una adolescente que se ve atrapada entre dos mundos, el "real" y el mundo en el que es pirata. Cada vez se confunde más, prefiere ser pirata y navegar por los mares que ser una pobre adolescente, al final no puede evitar questionarse quien realmente es, si Lucy o una gran pirata. Más abajo os adjunto lo que ya he escrito, no es el principio, es solo una parte de la historia que algun día tendrá más sentido. Espero que os guste, y que no os moleste mi decision de 'congelar' a la última dama. Que sepáis que no pienso cambiar el nombre del blog, pues fue gracias a Vesna y su aventura que nació este blog.
Aunque me negase a admitirlo el aire estaba inundado por un perpetuo silencio, en el que canciones melancólicas inventaban historias que nunca más allá de los libros existieron. Estirada en mi cama reposaba inquieta, la ausencia de un beso me acechaba, mientras el recuerdo de la traición repentinamente hacía hervir mi sangre. Acariciaba lentamente las sábanas para recordarme donde, en que mundo, debía quedarme. ¡Sí! Grité en medio de la calmada noche. ¡No! Contradije en mi habitación estirada. Las dudas crecían en mí como el huracán sin compasión avanza. No había ninguna elección correcta, pues ambas me dejaban entristecida, arrepentida, o tal vez culpable.
Acaricié con más ímpetu la sábana, pero ahora en lugar de fino algodón mis manos se encontraban con un pesado terciopelo. Abrí los ojos, y pude ver como largas cortinas rojas se posaban encima de la cama en la que yo me encontraba tendida. Me levanté, y como si cientos de mañanas hubiese hecho lo mismo salí del camarote, me apoyé en la barandilla de madera embarnizada, y me quedé observando el infinito mar. Un hombre vestido con ropas anchas pasó por mi lado, no sin antes detenerse y saludarme con un “buenos días Capitán”. Y es que efectivamente, era capitana de aquel galeón, El Galeón de Los Nueve Pájaros.
Entrada la noche volví a mi camarote, me paré en la puerta, y observé una vez más el océano, que ahora, oscuro y calmado, reposaba en silencio. Me descalcé las botas, me solté el pelo, y me estiré encima de la cama. Mis dedos acariciaban el terciopelo temiendo perder aquél momento. Cerré poco a poco los ojos, lentamente, hasta que la fina línea de luz su hundía en la oscuridad.
Desperté, poco después, no fue necesario abrir los ojos, pues mis dedos ya estaban acariciando aquellas sábanas de algodón, que si más no, eran mi encarcelamiento, eran unas sábanas capaces de privarme de la libertad. Me quedé observando detenidamente las paredes. No me gustaban, estaban pintadas de un color indefinido y su composición de yeso me decía que ya no estaba en un barco pirata surcando los mares, sino que me encontraba otra vez en mi habitación, en mi casa, en alguna ciudad, de algún país que no importaba el nombre.
Miré el reloj de la mesilla de noche, eran las tres de la mañana o tal vez las cuatro, no me acuerdo muy bien, pero el caso es que aun tenía tiempo de volver a ese lugar. Cerré los ojos, respiré hondo, muy hondo, sin dejar que los ruidos urbanos me molestaran. Y poco a poco, tal y como se describe la muerte, me fui acercando a un punto de luz, donde sentía que el amor, la paz y sobretodo las aventuras palpitaban incesantemente aclamando mi llegada. Atravesé esa luz y sentí todo mi cuerpo vibrar de éxtasis, y una sensación cálida me invadió, igual que cuando tienes frío y te tapas con una manta al lado del fuego, igual que cuando ves a alguien muy querido después de una larga vida. Y desperté.
Antes de abrir los ojos olí aquel olor a humedad, el olor de salitre, de polvo. Olí el terciopelo, y escuché las olas del mar romper contra el casco del galeón.
Y AQUI VA OTRO FRAGMENTO
Nunca pensé en que ese día llegaría, nunca imaginé un final mejor. Un momento en la vida en el que todo está hecho, todo esta vivido. Un instante silencioso y fugaz que pasa por el mundo sin ser advertido, sin ni siquiera ser oído.
Es en un momento, en apenas unos segundos en los que sientes que ya has llorado por todas las tristezas de este mundo, que ya has sonreído por todos esos momentos felices, una puesta de sol, un una tarde lluviosa con un libro en la mano… y es cuando sientes que ya has amado de la forma más intensa, más dulce y más real que nunca antes nadie había hecho.
Son unos segundos, espacios en que pequeñas agujas van girando en mi reloj, aquel que aun guardo en el bolsillo, aquel que con su ligero peso reposa sobre mi. Puedo oír su tic-tac, y me pregunto que importancia tiene el tiempo en la vida, que importancia tienen los días vividos cuando vas a morir.
Miré por última vez el mar, el sol renacía en sus aguas, majestoso, formidable, omnipotente.
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