.-4-./Parte 2
EN UN SUEÑO PROFUNDO
EN UN SUEÑO PROFUNDO
-Alex, ¿me estas escuchando?- Le pregunto Ivy.
-Sí, sí, claro. – Contestó como si le acabaran de traer de vuelta desde otro mundo.- La verdad es que no se que hacer, quizás mañana por la mañana deberíamos hacerle una visita. Quiera o no tendrá que escucharnos.
Ivy se sorprendió de la dureza que llevaban sus palabras, desde hacía unos días que lo notaba distinto, más frío y distante. Lo miró con cierta preocupación, acto seguido decidió cambiar de tema.
-Por cierto, ¿dónde se ha metido Peter?
Alex la miró pensativo y a la vez alarmado. Era peligroso andar de noche por allí, aunque fuese por las calles de Brasov.
-Iré a buscarlo. –Dijo levantándose.- Tu quédate aquí y espera a que mis padres vuelvan.
Ivy hizo un gesto con la cabeza afirmando que así lo haría mientras observaba a Alex coger su abrigo y adentrarse por aquel pasillo oscuro y frío, pero que al mismo tiempo transmitía cierta sensación de protección, de estar a salvo y de hogar.
Hacía catorce años lo había sido, el hogar de una familia. Dentro de lo que se podía esperar de su vida, los Antonova habían sido muy felices, se querían y habían tenido una preciosa hija. Pero tan solo una año después de su nacimiento todo acabó, no más felicidad, no más familia y no más hogar. No al menos para aquella familia, pues tras la muerte de los padres de Vesna aquella mansión había servido de cobijo para un peculiar grupo de jóvenes. El mayor de ellos, Alex. El cual vivía también con sus padres. Peter el mediano. No tenía familia, la perdió, en Inglaterra, donde nació. Y finalmente Ivy la más joven de todos. Sus padres vivían en Estados Unidos, pero un día, sabiendo que los necesitaban, decidieron volver a Brasov, encontrando así la muerte.
A Ivy le entro un escalofrío por todo el cuerpo, no podía permitir que los sentimientos la controlaran, debía ser fuerte. Se sentó en la silla que había al lado de la ventana, y observó como cada vez la noche se iba haciendo más clara.
-Supe que me encontrarías.- Dijo apoyado en la pared con cierta chulería.
-¿Qué haces aquí Peter?- Preguntó Alex ignorando el comentario de su amigo.
-Decidí quedarme un rato vigilando en la puerta por si algún chupa-sangre se atrevía a tocar a nuestra princesita, pero
de momento no tenemos visita.- Observó el cielo. –Está a punto de amanecer. Deberíamos irnos a dormir, y mañana ya decidiremos que hacer con ella.
Alex asintió, dio media vuelta y se fue por donde había venido.
Peter se reincorporó. Dio unos pasos y se quedó mirando la ventana por la que antes se había colado. Sintió cierta tentación de volver a hacerlo, e intentó quitarse aquella idea de la cabeza, puesto que si tenía que escoger entre dormir o escalar paredes en plena madrugada prefería dirigirse hacia la mansión. Pero no pudo evitarlo. Y con sus hábiles extremidades escaló la pared como si fuese algo que hiciese cada día para pasar el rato. Entró en la habitación, y se apresuró en cerrar la ventana.
Sus ojos tardaron unos minutos en acostumbrarse al la oscuridad, ya que las cortinas no permitían que la luz de las farolas, que alumbraban la calle, entrara. En cuanto ya pudo ver se dio cuenta de que Vesna ya no descansaba profundamente en la cama tal y como la había dejado, sino que se hallaba en el suelo, al lado de la cama abrazando sus piernas, mientras se mecía sobre si misma. Ella alzó la cabeza y lo miró. Sus ojos húmedos expresaban rendición, se rendían porque ya no querían luchar más.
-¿Las pesadillas te han despertado?- Preguntó Peter mientras se sentaba a su lado.
-¿Cómo lo has sabido?- Dijo secándose las lágrimas.
-Cuando supe lo que yo era, lo que era capaz de hacer…- dudó en continuar, sabía que a Alex no le parecería bien- mi mente estaba tan confundida, que no dejaba de tener pesadillas, por las noches me levantaba , me escondía en algún rincón y suplicaba a la noche que me dejase dormir.
-Peter. ¿Qué es lo que eres capaz de hacer?- Vesna se sentía abatida, y sabía que por muy absurda que pudiese ser la respuesta del chico se la creería.
Peter sonrió suavemente.
-Si te estiras en la cama y intentas dormir, te lo mostraré.
-Pero las pesadillas…- Susurró ella.
-Las pesadillas desaparecerán.
Vesna se levantó del suelo para estirarse en la cama. Se sentía débil, así que cogió la mano que le ofrecía el chico. Peter se dio cuenta de que en la otra llevaba aquel cuaderno negro que le había dado.
Se metió en la cama. Peter la tapó y le puso una mano en la frente, por unos instantes se observaron fijamente los ojos, inspeccionando el alma del otro en una simple mirada. A Vesna le dejaron de atormentar los pensamientos, y empezó a cerrar los ojos lentamente hasta quedarse dormida. Peter, con cariño, secó una última lágrima que caía por la mejilla de Vesna, sintiendo así que aquel largo y extraño día ya había acabado.