domingo, 16 de enero de 2011

.-4-. EN UN SUEÑO PROFUNDO/Parte 2


.-4-./Parte 2

EN UN SUEÑO PROFUNDO



   -Alex, ¿me estas escuchando?- Le pregunto Ivy.
   -Sí, sí, claro. – Contestó como si le acabaran de traer de vuelta desde otro mundo.- La verdad es que no se que hacer, quizás mañana por la mañana deberíamos hacerle una visita. Quiera o no tendrá que escucharnos.
   Ivy se sorprendió de la dureza que llevaban sus palabras, desde hacía unos días que lo notaba distinto, más frío y distante. Lo miró con cierta preocupación, acto seguido decidió cambiar de tema.
   -Por cierto, ¿dónde se ha metido Peter?
   Alex la miró pensativo y a la vez alarmado. Era peligroso andar de noche por allí, aunque fuese por las calles de Brasov.
   -Iré a buscarlo. –Dijo levantándose.- Tu quédate aquí y espera a que mis padres vuelvan.
   Ivy hizo un gesto con la cabeza afirmando que así lo haría mientras observaba a Alex coger su abrigo y adentrarse por aquel pasillo oscuro y frío, pero que al mismo tiempo transmitía cierta sensación de protección, de estar a salvo y de hogar.
   Hacía catorce años lo había sido, el hogar de una familia. Dentro de lo que se podía esperar de su vida, los Antonova habían sido muy felices, se querían y habían tenido una preciosa hija. Pero tan solo una año después de su nacimiento todo acabó, no más felicidad, no más familia y no más hogar. No al menos para aquella familia, pues tras la muerte de los padres de Vesna aquella mansión había servido de cobijo para un peculiar grupo de jóvenes. El mayor de ellos, Alex. El cual vivía también con sus padres. Peter el mediano. No tenía familia, la perdió, en Inglaterra, donde nació. Y finalmente Ivy la más joven de todos. Sus padres vivían en Estados Unidos, pero un día, sabiendo que los necesitaban, decidieron volver a Brasov, encontrando así la muerte.
   A Ivy le entro un escalofrío por todo el cuerpo, no podía permitir que los sentimientos la controlaran, debía ser fuerte. Se sentó en la silla que había al lado de la ventana, y observó como cada vez la noche se iba haciendo más clara.

   -Supe que me encontrarías.- Dijo apoyado en la pared con cierta chulería.
-¿Qué haces aquí Peter?- Preguntó Alex ignorando el comentario de su amigo.
-Decidí quedarme un rato vigilando en la puerta por si algún chupa-sangre se atrevía a tocar a nuestra princesita, pero
de momento no tenemos visita.- Observó el cielo. –Está a punto de amanecer. Deberíamos irnos a dormir, y mañana ya decidiremos que hacer con ella.
    Alex asintió, dio media vuelta y se fue por donde había venido.

   Peter se reincorporó. Dio unos pasos y se quedó mirando la ventana por la que antes se había colado. Sintió cierta tentación de volver a hacerlo, e intentó quitarse aquella idea de la cabeza, puesto que si tenía que escoger entre dormir o escalar paredes en plena madrugada prefería dirigirse hacia la mansión. Pero no pudo evitarlo. Y con sus hábiles extremidades escaló la pared como si fuese algo que hiciese cada día para pasar el rato. Entró en la habitación, y se apresuró en cerrar la ventana.
   Sus ojos tardaron unos minutos en acostumbrarse al la oscuridad, ya que las cortinas no permitían que la luz de las farolas, que alumbraban la calle, entrara. En cuanto ya pudo ver se dio cuenta de que Vesna ya no descansaba profundamente en la cama tal y como la había dejado, sino que se hallaba en el suelo, al lado de la cama abrazando sus piernas, mientras se mecía sobre si misma. Ella alzó la cabeza y lo miró. Sus ojos húmedos expresaban rendición, se rendían porque ya no querían luchar más.
   -¿Las pesadillas te han despertado?- Preguntó Peter mientras se sentaba a su lado.
   -¿Cómo lo has sabido?- Dijo secándose las lágrimas.
   -Cuando supe lo que yo era, lo que era capaz de hacer…- dudó en continuar, sabía que a Alex no le parecería bien- mi mente estaba tan confundida, que no dejaba de tener pesadillas, por las noches me levantaba , me escondía en algún rincón y suplicaba a la noche que me dejase dormir.
   -Peter. ¿Qué es lo que eres capaz de hacer?- Vesna se sentía abatida, y sabía que por muy absurda que pudiese ser la respuesta del chico se la creería.
   Peter sonrió suavemente.
   -Si te estiras en la cama y intentas dormir, te lo mostraré.
   -Pero las pesadillas…- Susurró ella.
   -Las pesadillas desaparecerán.
   Vesna se levantó del suelo para estirarse en la cama. Se sentía débil, así que cogió la mano que le ofrecía el chico. Peter se dio cuenta de que en la otra llevaba aquel cuaderno negro que le había dado.
   Se metió en la cama. Peter la tapó y le puso una mano en la frente, por unos instantes se observaron fijamente los ojos, inspeccionando el alma del otro en una simple mirada. A Vesna le dejaron de atormentar los pensamientos, y empezó a cerrar los ojos lentamente hasta quedarse dormida. Peter, con cariño, secó una última lágrima que caía por la mejilla de Vesna, sintiendo así que aquel largo y extraño día ya había acabado.
  

sábado, 8 de enero de 2011

.-4-. EN UN SUEÑO PROFUNDO/Parte 1


.-4-./Parte 1

EN UN SUEÑO PROFUNDO


Todo aquello que hoy es una realidad,
antes no era más que parte de un sueño imposible.

William Blake


   Repasaba mentalmente lo que le había ocurrido una y otra vez, no llegaba a comprender como aun seguía viva. Cuando vio a aquel hombre delante de ella, hablándole con desprecio, con asco, dio por sentado que iba a matarla, no sabía porque querría hacerle daño, pero eso ya no importaba. Lo único que tenía importancia era saber si su tía estaba bien, aunque por el momento no podía averiguarlo, ya que estaba inmersa en un especie de sueño, en el que los recuerdos eran los protagonista.

   -Seguro que es ella?- preguntó una voz femenina.
   -Por supuesto. ¿Quién mas podría ser?- Aclaró Alex.- Es el vivo retrato de su madre.
   -Si tu lo dices… ¿La despertamos ya?
   -No. Dejemos que duerma un poco mas.

   Vesna en todo momento estaba presente en aquella conversación, tendida con los ojos cerrados en lo que seguramente sería un sofá.
Quería saber de que hablaban, preguntar que era lo que le había ocurrido. Pero aquella noche había estado una experiencia tan impactante, que por mucho que lo intentara, su mente le obligaba a repasar detalle por detalle, como si fuese un ordenador archivando datos.
   Estaba en casa, un grito, madera rota. Un golpe en la espalda. Bosque, frío, noche. El hombre que la perseguía, el lago helado. Alex. Y nada mas, aquello es lo que le había ocurrido, seguramente la peor experiencia de su vida, hasta el momento.

   Despertó sobresaltada, estaba sucia y sudada. La ropa y toda ella olían a moho y a tierra mojada, Estaba cubierta con una gruesa manta, de la cual se desprendió como si fuese una red que la atrapaba y la mantenía prisionera.
   Se levanto, dio unos pasos, pero aun estaba demasiado débil, se sentó de nuevo en el sofá.
   -No deberías hacer esfuerzos.- dijo Alex cariñosamente entrando en el salón.
   -¿Alex, que ha ocurrido? ¿Qué hora es? ¿Dónde estoy? ¿Y mi tía?- Tantas preguntas agotaron a Vesna, la cual dejó caerse en el respaldo del sofá. Le dolió justo allí donde recordaba haber recibido un golpe.
   -Bueno, ahora estas a salvo, te lo prometo. Estas en la mansión de los Antonova, esta era la mansión de tus padres.- Hizo un gesto con los brazos señalando la gran sala.- Respecto a la hora- miró su reloj- son las tres de la madrugada. Y tu tía está bien, solo recordará haberse caído. Peter se ha encargado de ello.
   -¿Peter? Y ¿que quieres decir con que solo recordará haberse caído?
  
   Un chico apareció detrás de Alex. Era un chico fuerte y sin duda hacía ejercicio, y por la forma de caminar se deducía en él una gran agilidad.

   -¿Aun no se lo has contado?- dijo el muchacho con cierta arrogancia.
   -Iba ha hacerlo ahora mismo- contestó Alex molesto.
   -¿Contarme que?- reclamó saber Vesna.

   Alex se sentó a su lado, se le notaba nervioso, talvez confuso, y la miraba con unos ojos de total compasión. Vesna nerviosa se acariciaba las manos como acostumbraba a hacer en situaciones el las que no sabía que decir, simplemente se acariciaba las manos, tal y como lo hacía su madre.
   -Mira, Vesna lo primero que debes saber- se aclaró la garganta- es que… quien esta noche te perseguía, no era ningún secuestrador, ni un sicópata ni nada por el estilo, era un Vampiro, un cazador…
   -Ya es suficiente. Estoy no se donde, con prácticamente no se quien, y tu me vienes con historias de locos.- Gritaba Vesna indignada- ¡La salida!- exigió saber.
   Alex intentó defenderse con argumentos para que ella la creyese, pero aguardó en silencio. Fue Peter quien habló:
   -Yo te llevaré.
   Mientras el joven alto, fuerte y rubio la acompañaba por los pasadizos de aquella mansión gigantesca, Vesna sacaba fuerzas para seguir andando y no desmayarse por el camino.
   Al llegar a la puerta de madera que daba a la salida vio que aun tenía toda una montaña que bajar asta llegar Brasov. Vesna ya no pudo más.
   -Yo, yo no tengo fuerzas para llegar asta abajo.- dijo con cierta vergüenza.
   Peter la miró con sus ojos verdes, dedicándole una mirada entre pensativa y divertida.
   -Si confías en mi…Podrías subirte a mi espalda. Yo te llevo a casa.
   A Vesna no le hacía mucha gracia aquella idea, pero aceptó, era eso o unos cuatrocientos metros de caída libre.
   Se subió en la espalda del chico. Como había deducido era fuerte, muy fuerte. Peter empezó a descender poco a poco, siendo consciente de que llevaba una carga muy valiosa en su espalda.

   Al llegar a la casa Peter entro por la ventana sigilosamente. Ella se había quedado profundamente dormida. La estiró en la cama como si se tratase de una frágil criatura y se sacó del bolsillo lo que parecía ser un diario. Se lo dejó en la mesilla de noche.
   El diario tenía una gruesa tapa de color negro, en la cual se podía leer en letras doradas:
LA LEYENDA DE LA ÚLTIMA DAMA

jueves, 6 de enero de 2011

ADELANTO

    Hola!
    Estos últimos días estoy bastante ocupada así que he decidido escribir un pequeño adelanto de lo que ocurrirá en unos cuantos capítulos. No obstante el cuarto capítulo ya esta en macha!

   Sintió una opresión en el pecho y un vacío en el estomago. Le faltaba aire, y por eso sus pulmones desesperadamente reclamaban oxigeno. Las piernas le temblaban, ahora eran débiles en lugar de fuertes y musculosas. Miró a Vesna, la sentía tan lejos, tan y tan lejos. Cayó en el suelo, sin fuerzas para nada más, ni para llorar, ni para levantarse, ni siquiera para pensar en lo desgraciado que se sentía. Simplemente se quedó sentado, con la mirada fija en aquella cama, en la cual dormía el amor de su vida.